15 ene 2007

Los tiempos cambian pero algunas cosas permanecen

Fuera de la red represión de bajo voltaje
El viernes pasado estuve en la fiesta de inauguración de un juego social pensado la Red, iniciativa de la artista Judith Villamayor, que finalizó antes de tiempo por decisión policial. A diferencia de terribles épocas pasadas, los uniformados, discretamente (yo no alcancé a verlos en ningún momento) exigieron con amabilidad y respeto el final adelantado de la fiesta alegando motivos diversos que no comprendí entonces ni comprendo hoy.
La idea era juntar a los participantes del juego (siempre es bueno, pienso, establecer lazos personales). El lugar: una galería de arte de San Telmo. La entrada por rigurosa invitación. No era un gran evento multidinario sino una fiesta pobre en la que nunca llegaron a juntarse mucho más de cuarenta personas que en su mayoría no se conocían, de procedencias y edades distintas convocados todos a través del correo electrónico. Salvo unos pocos de aspecto más patético que transgresor, nada entre los asistentes era especialmente llamativo, al menos en su apariencia.
Para tomar: algo de cerveza comprada por contribución colectiva y un balde de sangría aguada por el hielo y mucho mucho calor. Perfomances y música en vivo, esa era la propuesta. El espacio vacío o despojado si se prefiere: apenas a algunas sillas de plástico, el equipo de amplificación, un proyector de video, un balcón angosto a la calle, algo de charla, poco movimiento, bastante aburrimiento. Devaluada contracultura local, pensé.
Cantó un muchacho androgino de impostado aspecto fiero y mucha ternura casi infantil canciones ligeras de ritmo rápido y divertido y luego mostró un maravilloso videoclip en el que él y una de sus canciones eran los protagonistas. Durante la proyección de su video se sentó al lado de su mamá, una señora de alrededor de 50 años de aspecto corriente y ninguna sofisticación que le acariciaba el brazo. Después fue el turno de un transformista nada femenino, más bien hombruno, que hizo ruido con su voz usando de fondo música lounge, después llegó un jovenzuelo meláncólico que hizo covers de Sinatra creando un clima intimista que consiguió que el espacio, ansioso de emociones menos nostálgicas y más divertidas, poco a poco se fuera vaciando. Y en eso estabámos cuando llegó el anuncio que la policía amenazaba con desalojarnos previa identificación de todos los asistentes, documento mediante. Sensaciones de un pasado que pensaba pasado. Era un poco más tarde de las diez de la noche. Después de una corta negociación Judith consiguió un plazo de una hora para abandonar el lugar. La fiesta empezaba a terminar mucho antes de lo previsto.
Cuando salí del local vi que dos mujeres en un balcón del edificio de enfrente , una de unos 55 años y la otra de más de 70, miraban a la gente salir, señalando hacia la puerta de la galería.
Todo fue muy civilizado, muy tolerante, apenas bastaron unas palabras de la autoridad en uniforme para terminar el encuentro.
Cada uno de los presentes tomó su camino . Eran aproximadamente las 23hs 15 de una noche de verano. El barrio volvía a estar en "orden". Pocas cuadras más allá, en el circuito de la zona, las calles estaban llenas de personas, bebiendo y gritando y algunos jugando a pelearse hasta sangrar.
Lección 1: Los tiempos cambian pero algunas cosas permanecen.
Lección 2: Los juegos en la red alarman menos
Lección 3: En la red los riesgos son menores. Eso sí, nada reemplaza el encuentro cara a cara.

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